Un malentendido entre Ginsberg y Kerouac

Para medi­a­dos 1952, Jack Ker­ouac pensó que al fin, después de una larga serie de manu­scritos, cor­rec­ciones, bor­radores desecha­dos y exper­i­menta­ciones, había lle­gado a una ver­sión defin­i­tiva de On the Road. Durante todo este tor­tu­oso pro­ceso que comenzó desde 1948, no sólo en el sen­tido román­tico de la creación sino de su vida misma, su amigo Allen Gins­berg lo ani­maba a con­tin­uar escri­bi­endo y, después de un par de revi­siones, se ofre­ció a ser su agente lit­er­ario. Gins­berg real­mente creía que su amigo estaba metido en uno de los proyec­tos más inno­vadores de la prosa inglesa.

Sin embargo, cuando Ker­ouac le envía el man­u­scrito que creía defin­i­tivo, Gins­berg se decep­cionó un poco de los resul­ta­dos y le sugirió hacer algunos cam­bios, de lo con­trario “sería imposi­ble pub­li­carlo”. En una carta fechada el 11 de junio de 1952, Gins­berg explica:

No veo una forma de que sea pub­li­cado, es muy per­sonal, está tan pla­gado de lenguaje sex­ual, de ref­er­en­cias mitológ­i­cas locales que no sé si vaya a tener sen­tido para un edi­tor… lo que quiero decir con tener sen­tido es si el edi­tor será capaz de enten­der qué pasa con los per­son­ajes y dónde.

Reconoce los logros: “El lenguaje es grandioso, los jazzeos mar­avil­losos, los neol­o­gis­mos son fruto de un estilo extático. El tono por momen­tos es sim­i­lar a una voz traviesa (‘¿por qué escribí eso?’ y ‘soy un crim­i­nal’). Cuando escribes incesable­mente y tan bien, los bosque­jos, la exposi­ción, es lo mejor que se ha escrito en Esta­dos Unidos; así lo creo”.

“Me parece que el libro es bueno”, con­tinúa, “pero loco de una mala man­era y debe, estética y edi­to­rial­mente, repen­sarse, recon­stru­irse. No puedo pararme frente a alguien, en New Direc­tions o Europe, y vendérselo. No lo acep­tarán, no lo harán”.

Por último, le recomienda elim­i­nar chistes, “mamadas per­son­ales” (per­son­a­li­a ­jack­off) y enfo­carse en un estilo más humano y sobrio. En ese momento, comenta la edi­tora de la cor­re­spon­den­cia de Jack Ker­ouac, Ann Char­ters, Gins­berg no había encon­trado su propia voz como poeta y hacía una poesía académica hasta que más tarde, cuando se muda a San Fran­cisco, des­cubre una forma nueva de escrit­ura poéti­ca ­tratando de sacar prove­cho de lo mismo que crit­ica en Ker­ouac, y que más tarde se lla­maría spon­ta­neous­ prose.

La reac­ción de Jack no se hizo esperar ante tales comen­tar­ios. Ali­men­tado por la frus­tración económica a la vuelta de un viaje a Méx­ico que ter­minó en pleito con Burroughs, esto fue lo que le dijo a Gins­berg en una carta del 8 de octubre de 1952: “…con toda esta charla sobre el estilo de los libros de bol­sillo y la nueva moda en la escritura sobre dro­gas y sexo, ¿por qué mi On the Road, escrito en 1951, no puede ser pub­li­cado? ¿por qué pub­li­caron el libro de [John Clel­lon] Holmes, que apesta, y no el mío…?” Y va más lejos: “¿Crees que no me he dado cuenta de cuán celosos están tú y Holmes y [Carl] Solomon, de que se cor­tarían un brazo con tal de escribir  algo como On the Road?”

Ker­ouac se refiere a la nov­ela de Holmes tit­u­lada Go (1952), con­sid­er­ada la primera nov­ela beat. Solomon, poeta y enfermo men­tal, fue uno de los ami­gos más cer­canos de Gins­berg y del mismo Ker­ouac. Es con este último que Jack se ensaña aún más: “Todos saben que no tiene tal­ento… ¿y qué dere­cho tiene, siendo un igno­rante, de juz­gar mi libro? Su libro apesta y tu libro es sim­ple­mente mediocre, y lo saben, y mi libro es grandioso y nunca será pub­li­cado. Cuidado con encon­trarme en las calles de Nueva York […] Todos son una bola de insignif­i­cantes egos literarios…ni siquiera puedes largarte de Nueva York porque estás estancado […] Mi corazón se desan­gra cada que veo mi nov­ela… Y me doy cuenta de por qué es tan grandiosa y por qué la odias y por qué el mundo está como está… espe­cial­mente por qué eres así y lo que eres, Gins­berg, es un incré­dulo, un envidioso, tu son­risita no me engaña: escu­cho los rugi­dos detrás de ella […] Ve a mamársela a [Gre­gory] Corso… ojalá y te entierre un cuchillo”.

Por supuesto, esto no sig­nificó el fin de la amis­tad de los ami­gos beats. Kerouac siguió tra­ba­jando en el man­u­scrito de su nov­ela y Gins­berg fungiendo como su agente literario.

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